17 septiembre, 2007

Hoy entrevistamos a ....... JOAN FERRÉS

Después de estar "mudo" en este blog durante dos meses (fundamentalmente debido a las vacaciones veraniegas y otros saraos personales) vuelvo a remotar la escritura de este blog con el inicio de la temporada escolar del curso 2007-08. Para ello, comenzaremos con una nueva entrevista.

En esta ocasión contamos con un veterano especialista en el campo de los medios de comunicación audiovisuales y la educación. Su nombre es JOAN FERRÉS I PRATS y, desde hace años, es un experto habitual en los congresos, jornadas, cursos y demás eventos dedicados a reflexionar sobre el impacto de la imagen y la cultura audiovisual sobre los niños y jóvenes. Él fue docente de educación secundaria y actualmente es Profesor Titular en los Estudios de Comunicación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre esta temática. Recomendaría que consultaran algunos de los mismos como por ejemplo Vídeo y educación (Laia, 1988; Paidós 1992), La publicidad, modelo para la enseñanza (Akal, 1994), Televisión y educación (Paidós, 1994), Televisión subliminal. Socialización mediante comunicaciones inadvertidas (Paidós, 1996), Educar en una cultura del espectáculo (Paidós, 2000).
Como pueden suponer quisiera hacer público mi agradecimiento a Joan por molestarse, durante sus vacaciones, a contestar el cuestionario que le pasé este verano y que haya tenido la generosidad de compartir con nosotros sus opiniones y visiones sobre las TIC en la educación actual.

¿Cómo definirías qué es la “cultura digital”? ¿Consideras correcto hablar de “cultura digital” como contrapuesta a la “cultura impresa”?
Nunca me ha gustado definir los mundos cultural y académico mediante parámetros tecnológicos, pero debo admitir que la tecnología digital ha supuesto y está suponiendo unos niveles de innovación tan enormes en cuanto a las posibilidades de almacenar, tratar, transformar y difundir informaciones que se podría justificar el uso de la expresión “cultura digital”. Pero en este caso no sería como contraposición de lo que denominas “cultura impresa”, sino como un desarrollo y una potenciación de la misma.
¿Por qué no me gusta centrar los fenómenos comunicativos en la dimensión tecnológica? Toda comunicación es necesariamente el resultado de la interacción de una multiplicidad de factores: un emisor, un canal, un proceso de codificación, unos contenidos, un mensaje, un proceso de decodificación, un receptor, una retroalimentación...La interacción es, en este caso, un concepto clave, por cuanto la alteración de cualquiera de los factores modifica sustancialmente la comunicación y por cuanto atendiendo a uno solo de los factores que componen el fenómeno comunicativo no hay posibilidad de que éste sea eficaz.
En definitiva, tan absurdo sería negar la trascendencia de los cambios que comporta la digitalización como fiarlo todo a esta innovadora prestación tecnológica. Para comprobar lo absurdo de reducir el fenómeno comunicativo en la dimensión tecnológica basta fijarse en el hecho de que la cultura digital está compuesta tanto por webs de gran prestigio, interés y éxito como por webs que pueden considerarse un fracaso desde todos los puntos de vista.

¿Qué impacto están teniendo las tecnologías (presentaciones multimedia, fotografías digitales, software para tratamiento de la imagen y de edición, videocámaras digitales, sitiosweb de intercambio de ficheros de imagen y sonido, etc.) en la modificación y transformación de la tradicionalmente denominada cultura audiovisual?
Por descontado que están teniendo un impacto enorme, pero no creo que más que el que tienen estas tecnologías en la transformación de la cultura verbal. Tanto los procesadores de textos y las bases de datos como los sistemas para la generación y el tratamiento de imágenes transforman potencialmente los respectivos procesos de comunicación, en el sentido de hacerlos más asequibles, más funcionales, más dinámicos, más interactivos. Pero no puede olvidarse que en los dos ámbitos sigue siendo imprescindible el dominio de los códigos, la habilidad persuasivo-seductora, la capacidad de sintonía con el receptor, la adecuación a los objetivos de la comunicación, etc.
En definitiva, la competencia comunicativa exige la capacidad de sacar el mayor partido posible de las posibilidades tecnológicas, en interacción con los demás factores del proceso comunicativo: el receptor, los contenidos, los códigos…
El llamado videoarte es una expresión artística nacida a finales del siglo XX que exigía una cierta complejidad tecnológica (cámaras para grabación en videotapes y la utilización de sofisticadas mesas mezcladoras y de edición audiovisual) y cuya difusión era minoritaria (en exposiciones de arte moderno, salas de arte y similares).

¿Cómo valoras los cambios que sobre la expresión audiovisual se están produciendo gracias a la fácil creación de videclips digitales caseros y su difusión a gran escala a través de sitios web como You Tube?
La democratización de la cultura y del arte es una de las grandes ventajas que aportan las tecnologías digitales. La funcionalidad y versatilidad de las tecnologías facilitan la expresión por parte de todos los ciudadanos y ciudadanas que estén interesados, sin discriminación debidas a las dificultades de acceso a una tecnología sofisticada y minoritaria. Y facilitan asimismo su difusión y, consecuentemente, un acceso mucho más asequible y universal a las obras producidas por los demás. Pero todo ello sólo potencialmente, porque difícilmente accederán a páginas culturales y artísticas quienes no tengan sensibilidad e interés por estos campos.
De ahí que haga falta una gran lucidez y un notable sentido de la medida para no caer en optimismos ingenuos. A la brecha digital, entendida como distancia entre quienes tienen acceso a las tecnologías y quienes (por motivos económicos) no lo tienen, habría que añadir una brecha digital entendida como distancia entre quienes tienen acceso al arte y a la cultura a través de las tecnologías y quienes (por motivos de educación o de falta de sensibilidad y de interés) no lo tienen. Las tecnologías posibilitan y facilitan procesos, pero no obran milagros por sí mismas.
Hablemos ahora de la escuela.

¿Cuáles son las principales limitaciones y obstáculos para que en las aulas no sea habitual la utilización de las formas expresivas audiovisuales?
Fundamentalmente la falta de sensibilidad y de formación por parte de los profesionales de la educación. Y creo el hecho de que a menudo las formas expresivas audiovisuales se utilicen mal es más preocupante que el hecho de que no se utilicen. En una escuela que ha surgido y se ha desarrollado en la galaxia Gutemberg es hasta cierto punto lógico que haya una tendencia generalizada a domesticar las formas de comunicación audiovisual, es decir, a utilizar soportes audiovisuales para transmitir mensajes verbalistas, centrados casi exclusivamente en la palabra. Es lo que en diversas publicaciones he denominado conferencias ilustradas con imágenes y amenizadas con música de fondo, algo que se dio en la televisión educativa y en los vídeos didácticos y que hoy se sigue dando no sólo en estos medios, sino también en los mensajes multimedia y en Internet.

¿Crees que el acceso generalizado a Internet desde los centros educativos junto con el uso en el aula de tecnologías como las pizarras digitales facilitará que se enseñe más con las imágenes y menos con las palabras escritas?
Creo que, junto a las prestaciones relativas a la interactividad, una de las más enriquecedoras aportaciones de lo que has denominado “cultura digital” es la multimedialidad, es decir, la posibilidad de recurrir, desde un mismo soporte, a una multiplicidad de formas expresivas. El acierto en el uso de Internet por parte de los centros educativos no radica en sustituir la palabra escrita por la imagen, sino en recurrir en cada caso a la forma de expresión más adecuada, en función de los contenidos que hay que transmitir, de los objetivos didácticos que se persiguen y del destinatario del discurso. La capacidad de articular las diversas formas de comunicación en base a estos parámetros es uno de los secretos de la eficacia educativa en el uso de las tecnologías. En este contexto, no cabe duda de que la imagen cumplirá un papel clave fundamentalmente en dos grandes situaciones didácticas: como recurso expresivo ideal para la transmisión de contenidos de carácter audio-visual-cinético (o de contenidos que pueden convertirse en audio-visual-cinéticos) y como recurso expresivo con una fuerte potencialidad movilizadota.

¿Cuáles debieran ser los grandes objetivos formativos de la escuela del siglo XXI con relación a la alfabetización en medios?
Considero que en la actual coyuntura es imprescindible revisar el concepto de alfabetización en medios. Nunca me gustaron expresiones como educación en medios o alfabetización en medios, porque (insisto) nunca me gustó poner el acento en los medios, en las tecnologías, pese a trabajar con formas de comunicación en las que es fundamental el soporte tecnológico. Es un problema de equilibrio, que no sé si he sabido resolver adecuadamente. .
En algunos ámbitos se sustituye hoy el concepto de educación en medios por el de educación digital, cayendo, a mi entender, en curiosas contradicciones. ¿Significa el concepto de educación digital que hay que enseñar a ser críticos con las versiones digitales de los periódicos y no con las versiones impresas? ¿Significa que hay que enseñar a ser críticos con los canales digitales de televisión y no con los analógicos? En breve todo o casi todo será digital. La palabra escrita ya lo es en gran medida. ¿Corresponde entonces a la educación digital enseñar a leer y a escribir o a ser críticos con los textos literarios? ¿Sustituirán los tecnólogos a los profesores de lengua y de literatura?
Creo que hay que estar alerta para cubrir todas las dimensiones a las que nos abre la cultura, sin reduccionismos ni tentativas de absorción. Hoy no se puede ser verbalmente competente sin ser tecnológicamente competente, pero la competencia en comunicación verbal va mucho más allá que la capacidad de utilizar procesadores de textos y bases de datos, del mismo modo que la competencia matemática va más allá de la capacidad de utilizar hojas de cálculo (aunque comporte hoy esta habilidad).
Lo mismo ocurre en el ámbito de la competencia en comunicación audiovisual: no puede entenderse sin la dimensión tecnológica, pero no se reduce a ella. Exige también cubrir otras dimensiones, no menos importantes: la de los códigos expresivos, la de la capacidad crítica, la de la recepción y las audiencias, la de la producción, la de la dimensión estética.
Creo que esta compleja competencia en comunicación audiovisual hay que adquirirla de manera interdisciplinar, fundamentalmente en las áreas de expresión oral, medio natural y social, educación artística y ciudadanía, como hemos indicado en una reciente publicación[1].

¿Qué sugerencias o recomendaciones realizarías para la adecuada utilización didáctica del conjunto de medios digitales disponibles en Internet?
Insistiría sobre todo en la necesidad de sacar partido de las dos prestaciones fundamentales de las tecnologías: la multimedialidad y la interactividad. Son dos conceptos clave para potenciar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Por otra parte, hoy la neurociencia habla del cerebro emocional como central energética del cerebro, lo que significa que sólo moviliza lo que conecta con el cerebro emocional. De ahí la necesidad de convertir la educación en una industria del deseo. O, si se prefiere, de convertir lo que se pretende que sea objeto de conocimiento en objeto de deseo. Las tecnologías pueden jugar un papel definitivo en esta concepción de la educación, pero no porque garanticen las emociones por sí mismas. En cuanto dejan de ser novedosas, las tecnologías dejan de ser motivadoras. A partir de entonces sólo lo son si son motivadores los mensajes que se vehiculan a través de ellas.
Se trata, pues, de adoptar en la enseñanza un nuevo estilo comunicativo, sacado partido de la potencialidad persuasivo-seductora de las tecnologías, codificando los mensajes de manera conciliadora, es decir, de acuerdo con una múltiple fidelidad: al receptor, a los códigos, a los contenidos, a las tecnologías[2]
[1] Ferrés, J.: “La Competencia en Comunicació Audiovisual: proposta articulada de dimensions i indicadors”, en Quaderns del CAC, n. 25, p. 9-18, 2006, Barcelona.
[2] He desarrollado estos conceptos en La educación como industria del deseo. Un nuevo estilo comunicativo, de próxima publicación en Editorial Gedisa, Barcelona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente aporte, muchos saludos de un colega en Ecuador, blogfesor de nuevos medios

Christian Espinosa
www.coberturadigital.com

Cursando master de nuevas tecnologías en la Educación